La evocación del Olvido

Para sorpresa de todos los contendientes, cuando, tras casi veinte años de asedio ante las puertas de la negra fortaleza de Gnurk, las huestes de Ruernphas y las fuerzas compuestas por el pueblo de las Gnurkyah comienzan a cruzar sus aceros en lo que se antoja como una batalla promulgada por la sinrazón, el despropósito y el despotismo de los Hombres, un siniestro ejército, compuesto por terribles seres que parecen haber surgido de los mitos y leyendas de los que los viejos cuentos infantiles se encuentran plagados, hace acto de presencia para emponzoñar sus corazones y atezar sus esperanzas.
Varios centenares de pies más abajo, entre las sombras que reptan en la garganta de Rurnash, Hëlven, el último Gnioridann —formidable raza de los ancestrales caballos—, logra partir con la hija de Pil·liëriamn y Pulbrhim poco después de que ambos fallezcan bajo el ataque del rey Dromses. Pocos son los que conocen la gravedad y la importancia de la misión del caballo, pues esa niña es la portadora del Triángulo de la Sabiduría y la última oridanna —ancestral raza de mujeres que perecieron bajo la perfidia y el odio— nacida tras el ocaso de los Tiempos del Olvido.
Por su parte, los Hilvehdash —los Siervos de los Elementos—, ignorantes de muchos de los males que están despertando sobre Aasm y tratando de recomponerse tras la traición de Alheix, se verán superados ante el resurgir de viejas sombras que creían desaparecidas muchos miles de años atrás. De hecho, la presencia de las hordas del Triángulo del Vigor y el despertar de los Mïröuthdash —los Maestros de los Elementos— serán insignificantes ante el poder que desde los Tiempos del Olvido resurge.
Pocos son los que quedarán para tratar de arrostrar el mal que, tras cada jornada, parece crecer sin que límite alguno logre reprimirlo.